Inventario de Fotografía de Canarias

El archivo fotográfico de Miguel Brito

VEGA DE LA ROSA, Carmelo, “El archivo fotográfico de Miguel Brito. La memoria de la isla”, El Día, Santa Cruz de Tenerife, 4 de octubre de 1987, pp. 27-28.

Dentro del campo de estudio de la fotohistoria en el Archipiélago Canario ocupa la isla de La Palma un lugar destacado tanto por la actividad producida desde la segunda mitad del pasado siglo en este sector de la creación de imágenes visuales, como, y sobre todo, por la riqueza y amplitud de información que en torno a esa misma actividad, nos ha sido legada de una manera, casi pudiéramos decir, milagrosa.

Porque ciertamente la falta de documentación directa en torno al hecho del desenvolvimiento de la fotografía en las Islas es cuanto menos preocupante no ya sólo porque esta deficiencia provoque importantes lagunas en una concepción general de la Historia de la Fotografía en nuestra región, sino también porque los escasos archivos o colecciones, casi siempre privados, de material fotográfico (sobre todo negativos en placa o celuloide) se hallan normalmente en unas condiciones precarias de mantenimiento y conservación que hace peligrar la propia existencia de los mismos.

Es innegable que de unos años a esta parte se vive una especie de euforia en torno al mundo de la fotografía en sus diversas manifestaciones, entre las que el rescate de la “fotografía antigua” parece ser una preocupación generalizada. Sin embargo, esta matizable euforia no se ha traducido en la práctica de una política eficaz encaminada en la defensa de esta amplia herencia gráfica que constituye, como ningún otro, la más viva conciencia de nuestra “memoria colectiva” reciente.

En este sentido, es realmente trágico constatar una realidad: de los más de cien fotógrafos que, desde mediados de la década de 1840 a 1920, trabajaron de una manera más o menos continuada en Canarias, tan sólo se conservan –diezmados y deteriorados- algún que otro archivo original de estos fotógrafos: el de Marcos Baeza (en el Puerto de la Cruz) no sobrepasa el centenar de placas; el de Luis Ojeda (en Las Palmas de Gran Canaria) se encuentra parcialmente en el Museo Canario de esa ciudad; el de Matías Padrón (Valverde, El Hierro) o el de Carlos Schwartz (Santa Cruz de Tenerife), ambos fotógrafos aficionados de la época, tampoco sobrepasan los cien negativos. Sin embargo, y como he señalado al comienzo de este texto, el caso de la Isla de La Palma es, sin duda, sorprendente y paradigmático por definir una situación parcialmente contraria a la que hasta ahora hemos esbozado, y viene determinada tanto por el azar como por la sensibilidad de distintos colectivos implicados en el tema.

Cuando tras diversas gestiones, en 1974 la viuda del fotógrafo Miguel Brito, doña Blanca Rosa Padilla, donaba al grupo “Palma Films” la totalidad del material existente en el gabinete fotográfico de aquél –pues la casa que lo alojaba iba a ser derruida- se iniciaba lo que podríamos denominar el rescate del Archivo Fotográfico de Miguel Brito, que diseccionado en diversas partes se ha conservado hasta la actualidad: los negativos en placas de cristal sensibilizado, los libros de registro usados por los fotógrafos del estudio, la cámara fotográfica –una voluminosa máquina de fabricación inglesa-, e incluso, los telones pintados que servían de fondo para los retratos de estudio, y que hoy son utilizados por la Escuela Municipal de Teatro de Santa Cruz de La Palma. Si a esto unimos que la casa del fotógrafo nunca fue derruida, sentamos las bases de uno de los proyectos más interesantes para la reconversión de este archivo: la creación, siguiendo el magnífico ejemplo del Museo Fotográfico “Vicentes” en Funchal (Madeira), de un Museo de la Imagen, que teniendo como base el espacio que ubicara al estudio fotográfico constituyese un centro para el conocimiento y la divulgación de la fotografía y su historia en la isla de La Palma y, por extensión, en Canarias.

Pero lejos de cualquier triunfalismo gratuito hay que afirmar que si bien la labor llevada a cabo hasta ahora en la recuperación del archivo es importante, no es, por contra, suficiente, ya que el estado actual de conservación y catalogación del mismo no es ni mucho menos el deseable. De ahí la necesidad de una urgente actuación por parte de los organismos competentes obligados en el fomento cultural de nuestro Archipiélago. Porque, y esto probablemente sea lo más destacable, el Archivo Fotográfico de Miguel Brito constituye una aportación fundamental para un más exacto conocimiento de nuestro pasado.

Impresionadas para la posteridad en las más de 10.000 placas fotográficas que pudieron ser salvadas del archivo original, un amplio repertorio de imágenes nos hablan hoy de la Historia de la Isla, de sus paisajes, de sus habitantes y sus costumbres, conformando de esta manera la auténtica crónica visual de una tiempo y de unos lugares irrecuperables.

Numéricamente, una parte importante del archivo la constituye los retratos en el estudio, algunos de los cuales ilustran perfectamente lo que puede ser la iconografía típica del retrato de la época, en el que el acto fotográfico no estaba exento de un exquisito y complejo ritual de representación. Junto a estas imágenes se suceden las inevitables “vistas” de la geografía isleña, de los acontecimientos relevantes o de la simple anécdota local. Pero de entre todas ellas, tal vez destaquen por su singularidad y riqueza documental, varios bloques de fotografías tales como las de las sucesivas Fiestas Lustrales –con especial hincapié en toda la parafernalia teatral que las acompaña (Danza de los Enanos, Loas, etc.)-, la de la visita a las Islas en 1906 del Rey Alfonso XII (con información de su estancia en Tenerife y Gran Canaria), o la de una curiosa serie de fotografías, de extraordinaria calidad, de la fachada de los establecimientos comerciales de la calle de Triana en Las Palmas en los primeros años del presente siglo.

Hombre profundamente carismático y de espíritu inquieto, Miguel Brito Rodríguez inició desde muy joven una actividad profesional relacionada en un amplio espectro con el mundo de los medios audiovisuales que a finales del siglo pasado imponían su condición de factores de progreso y de conocimiento. Así, y como labor previa a su actividad como fotógrafo, Miguel Brito introdujo en La Palma, ya en 1897, novedosos inventos de aparición reciente como el Kinetoscopio (primitivo sistema de visión cinematográfica ideado por Thomas A. Edison en 1891, aunque presentado públicamente tres años más tarde) o el Fonógrafo, para el año siguiente, en 1898, mostrar con gran expectación pública el “maravilloso aparato Cinematógrafo Lumiére”, tras haberlo presentado previamente en el Círculo Mercantil de Santa Cruz de Tenerife.

Aunque en 1899 Miguel Brito ya se dedicaba plenamente a sus labores fotográficas, todo parece indicar que nunca abandonó de manera definitiva estas otras actividades complementarias; más aún puede decirse que su trabajo como fotógrafo ocupa una parte relativamente corta de su vida profesional, ya que aproximadamente desde 1910 la actividad de su estudio fotográfico pasaría a ocuparla el fotógrafo José Ana González Rodríguez, al parecer socio y amigo de Miguel Brito, mientras que éste se dedicaba nuevamente a labores relacionas con la industria cinematográfica, en la que acabaría trabajando en Tenerife para la empresa Baudet.

“Fotógrafos y Dibujantes”, una denominación de curiosas connotaciones, fue el sobrenombre con el que Brito designó a su establecimiento fotográfico domiciliado en la calle Díaz Pimienta, nº 6 –la misma calle en la que desde 1860 trabajará uno de los pioneros de la fotografía en la isla de La Palma: Aurelio Carmona-.

La febril actividad fotográfica de Brito, avalada por su título de “Fotógrafo de la Casa Real”, se constata con su actuación como fotógrafo ambulante por los puertos de la Isla, así como por la apertura de una sucursal de “Fotógrafos y Dibujantes” en Los Llanos de Aridane, de tal manera que hoy su archivo nos muestra una amplia documentación relativa a la totalidad de la isla de La Palma. Como hemos señalado, la información que nos aporta este extenso material fotográfico se traduce en múltiples lecturas que van desde aspectos puramente históricos y de índole etnográfico a otras más concretas como la pura apreciación de la fotografía como forma y estructura de contenidos. Pero sea cual fuera el sentido y finalidad del acercamiento al Archivo Fotográfico, subyace siempre una idea principal cual es la constatación del paso del tiempo. Entendida así, la fotografía adopta entonces uno de sus significados más genuinos al convertirse en clave para identificar y entender el pasado, para ser en definitiva un patrimonio cultural de primer orden y, por ello, objeto de detenido estudio y de necesaria protección.

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